

Era mi primer año en la universidad, estaba casi terminando el semestre, muy cansado, mientras el largo viaje en micro a mi casa, me fije como los anuncios de neón iluminaban de colores el cuaderno que pretendía leer, los ojos ya rechazaban seguir con los intentos de estudiar, sentía el rojo de mis ojos, sentía el cansancio sobre mis hombros, la micro que tomaba hacia el recorrido mas largo a mi casa, pero era la que me dejaba mas cerca, esa micro llena de miradas cansadas, que recibió a algunos mas a la salida del metro tobalaba, ya que a partir de ahí, es el único modo de llegar a la Reina , comuna en donde vivía en ese tiempo, fue en esa recarga de gente cuando sentí unos pasos por el pasillo, un olor que me distrajo pero que no logro convencerme de voltear y mirar, hasta que de reojo pude ver un bolso colgando, su dueña estaba parada a mi lado, no habla muy bien de mi, pero el cansancio no dejo que le ofreciera el lugar, solo pude ofrecer llevarle la carga que la tenia complicada en el ir y venir de ese trayecto, unos minutos mas de camino y el asiento de al lado de mi se vio vació y, segundos mas tarde de eso, ella confió su cuerpo y pensamientos junto al mió, fue así como nos conocimos y después de aun par de encuentros en el recorrido la invite a salir, terminamos soñando un futuro juntos, nos quisimos, nos cuidamos, nos acostumbramos, hasta nos odiamos, pero hace un mes, sin decir nada, después de un sin terminar de separaciones que nunca habían sido definitivas, aun cuando algunas de ellas duraron años, nos despedimos definitivamente, lo sé, dejamos de hablarnos, dejamos de existir en el mismo mundo, gaste tantas noches escribiendo mil despedidas, ensaye mil reproches hablándole a mis paredes, que hoy solo pretendo reconocer que la extraño, y aunque lo jure muchas veces y rompí mis promesas sin miedo a perderme, juro gastar mi ultimo llanto pretendiendo olvidarla, esperando al fin poder olvidarla.